Sólo la Suscripción Telefónica es Ilimitada
— ¿Qué haces, no vas a salir el viernes por la noche? Hoy vamos de fiesta, tomamos, nos rompemos, ¡no se si me en- tendiste! Además, ahí siempre está lleno de chicas, como mínimo vamos a conseguir que nos la chupen.
— ¡Mira el pelo de este chico!
— ¿Qué pelo tiene? — Los chicos se ríen en coro.
— ¿Cómo es posible que esta chica lo tenga de la mano? Siempre es la misma regla: cuanto más débil y perdedor eres, más consigues.
— ¿Y? ¿Estuviste con ella o no? ¿Por qué no? ¿Qué te pasa, eres puto o qué?
— Saben, no todas las chicas abren las piernas a la primera vez que sales con ellas. Algunas necesitan sentirse conecta- das emocionalmente, porque es algo muy íntimo y no se en- tregan tan fácil a todo el mundo y esto me gusta. Yo también soy así.
— Basta de tonterías, tienes que ser hombre: ¡la agarras y te la llevas a la cama! —
Purliofo, borracho afuera del club con su elegante traje, mo- lesta de manera insistente a Teresino con el hecho de tomar alcohol porque este tonto dice que no tiene ganas. — Tomate un puto trago de gin tonic y no seas tan aburrido, ¡vamos! Diviértete con nosotros, ¿es fin de semana y estás aquí sen- tado en la sequilla? ¿Eres normal o qué?
— ¿Para conocer chicas tienes que haber tomado antes? Sabes, yo estoy bien así, y si tengo que hablar con alguien no quiero pronunciar feo las palabras como haces tu, quiero estar presente en el momento. —
Teresino está cansado de las molestias de Purliofo y de to- dos los demás imbéciles. Se dirige hacia la chica que ya hace bastante le llama la atención: pequeña, de pelo rizado, guapísima y con una gran fuerza y seguridad.
Se va sin ni siquiera despedirse de estos estúpidos de los chicos. Teresino y Serena se van caminando y hablando de la vida.
Purliofo, después de haber hecho temblar las paredes con escalofriantes malas palabras consigue, con resignación, apagar esta mierda de despertador. Se levanta y se rasca las pelotas. Se mira en el espejo y se choca con el reflejo de la imagen más pura de si mismo: su esencia. A través de sus mismos ojos, se da cuenta de que no reconoce esta nueva versión de su ser. Tímido, mueve rápidamente la mirada. Reflexionando sobre la imagen de aquel vanidoso de antes en el espejo, Purliofo entona un sonoro y bien calibrado — ¡la puta madre! —
Se empuja en la boca, ya lista gracias a un bostezo, dos re- banadas de pan del día anterior y se las traga con agua y enojo. Audífonos en la cabeza y ¡vamos, es ora de salir! El grupo musical System of a Down al máximo volumen y no mira a nadie a la cara.
Está solo en su burbuja, entre todas las de los demás. Una burbuja le roza: una descarga nerviosa, nerviosa fuerte. Su mirada vuelve hacia la pantalla del teléfono y el pulgar desliza primero a la derecha y luego a la izquierda.
Sí, no, no, sí, no, sí, súper sí, sí, ¡qué tetas! Un súper sí, si somos supervivientes o súper estreñidos. ¡Vamos! ¡Por el amor de Dios! ¡Supera la vergüenza y des- vístete! ¡Quítate la ropa!
Purliofo se encuentra afuera del túnel. Es viernes y son la cinco y media de la tarde. Tiene un nuevo corte de pelo, unos zapatos marca Nike y está listo, esta noche es la noche.
Elia Varini is from the Italian part of Switzerland (southern Switzerland). He has recently released his bilingual book, Algunas Cosas Escritas, a collection of poems and stories which were originally written in Italian and later translated into Spanish during his time visiting Mexico.